Nos rasgamos por estos días las vestiduras, los medios de comunicación no dejan de hablar de la infiltración de los paramilitares en la política y en prácticamente todas las instituciones gubernamentales, la para-política es el pan de cada día y con seguridad lo será la Farc-política, una vez develado el misterio saldrán a relucir muchas verdades y salpicará a tantos como ha salpicado la para-política.
Lo curioso es que nos sorprenda que políticos y e instituciones se encuentren involucrados con un grupo o con el otro, no debería ser así, esta es simplemente la evolución de un mal que ha aquejado al país por tres o cuatro décadas, el narcotráfico. Los carteles de la droga evolucionaron y se convirtieron en paramilitares y las guerrillas se desvirtuaron al convertirse en carteles. Desde principios de los años 80, la sociedad colombiana ha estado narcotizada, en mayor o menor medida todos tenemos que ver con el narcotráfico, probablemente en los 80 la influencia de los que manejaban el negocio de la droga sobre el congreso se limitaba a uno, máximo tres congresistas, el hecho que hoy sea una tercera parte (y contando) del congreso se explica por la evolución del problema. Se equivocan al decir que este congreso tiene un problema de representatividad, por el contrario, el país se encuentra inevitablemente ligado al narcotráfico, y por tanto, un congreso con vínculos con el narcotráfico es completamente representativo, más no legítimo, ahí está el problema.
Un congreso legítimo, debe ser elegido por una sociedad de igual condición, hoy no lo somos y nos quedan dos caminos, quitarnos la máscara legalizando la droga o cortar cualquier vínculo con el narcotráfico, desde dejar de tranzar con el que creemos es de dudosa reputación, hasta dejar de comprarle la dosis personal al jíbaro de confianza, al final del día de dosis en dosis alimentamos el negocio. Al parecer hoy, nuestra sociedad necesita la droga como cualquier adicto ¿Cuándo llegara nuestra intervención?
domingo, 27 de abril de 2008
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