domingo, 29 de junio de 2008

Un Mal Vendedor, Una Mala Experiencia

Me pasó esta semana en la Librería Nacional, buscando un libro cualquiera, me encontré por sorpresa con uno de Seth Godin, inmediatamente le pregunté a uno de los supuestos asesores si existían más títulos de este autor en el inventario de la librería, su respuesta fue fulminante: "si no hay más ahí, entonces no hay"; acto seguido, me volteo y justo al frente, otro título, y no cualquiera, su último libro que entre otras es un best seller. Esta pereza y displicencia del funcionario de la librería me hizo pensar en dos situaciones que se presentan en este negocio: disposición de producto y consulta de inventarios.
Por un lado, la cantidad de títulos es abrumadora, si al volumen se le suma la forma en que están dispuestos en las estanterías, la búsqueda es prácticamente imposible y absurdamente incómoda. Los títulos se encuentran en el lomo del libro y su lectura se debe realizar de forma vertical de abajo hacia arriba, a mi y al 99% de la población colombiana que sabe leer nos enseñaron con la técnica horizontal, preferiblemente de izquierda a derecha. Por practicidad (por no decir pereza) nunca saco los libros de su estante, lo que me obliga a realizar la búsqueda con una incómoda inclinación de la cabeza de 45 grados, al final, termino con dolor de cuello y con ningún interés por comprar un libro. Con esta queja no pretendo cambiar el orden de las librerías a nivel mundial, pero si dejar en evidencia que a la hora de disponer el producto en el punto de venta se debe pensar en la comodidad y en la practicidad del cliente, a mí, como comprador no me gusta pensar, no me gusta incomodarme y creo que esto es norma universal. Teniendo esto en cuenta, ¿Por qué no hacerle la vida más fácil al cliente? ¿Por qué no procurar que mi producto se vea bien y esté al alcance de su comprador?
Por el otro lado, viene la pésima experiencia de encontrarse con un pésimo vendedor, lo digo con absoluta certeza, si este vendedor se hubiera tomado la molestia de consultar en su software de inventarios si existía o no el libro que le pregunté, con seguridad lo hubiera comprado. Por pereza, displicencia o no se que, nunca lo hizo y logró arruinar mi experiencia positiva al encontrar un libro que nunca imaginé ver en la Librería Nacional. Una consola de auto-consulta con una práctica y limpia interfaz de cliente es mucho más efectiva y eficiente que los 6 u 8 haraganes que trabajan en un local de estos.

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